miércoles, 23 de julio de 2008

Más cine por favor ...

El cine (38º Albanta)

A Elsa le encanta ir al cine. Es, para ella, su ritual semanal y no lo cambiaría por nada. Durante la semana trabaja en horario de mañana y tarde en una boutique y algún día queda con sus compañeros para tomar un café al finalizar la jornada y otros, visita a sus padres que ya están algo mayores y la echan mucho de menos desde que dejó su casa. El sábado lo dedica a poner en orden su hogar y, si le queda algo de tiempo, descansa, antes de prepararse para salir por alguna zona de marcha de la ciudad con sus amigas de siempre.
Pero el domingo … el domingo es un día especial, un día especial dedicado solo a ella y a las cosas que más le gustan. Se levanta tarde y cuando le apetece. Odia el despertador que le obliga a abandonar sus dulces sueños y la comodidad de su lecho durante seis días a la semana (sí, sí, el sábado aunque no trabaja también conecta el despertador porque sabe que si no, se levantará tarde). Desayuna tranquilamente y no aprisa y corriendo, mientras se pone los zapatos y comprueba que lleva de todo en su bolso, como hace por semana. Se acomoda en el sofá, hace zapping en la tele y come cuando le da el hambre sin preocuparse de las calorías ni de la conveniencia de lo que se está comiendo. Y después de esto, llega el momento por el que Elsa espera toda la semana. Abre el periódico que ha comprado cuando fue a por los bollos de su desayuno, y se dirige directamente a la cartelera. Allí se deleita leyendo los argumentos de los últimos estrenos y consultando con su estado de ánimo, cuál le apetece más. A veces busca pequeñas salas en las que solo se proyectan clásicos del cine americano y asiste a la proyección de películas que ya ha visto una docena de veces: "Desayuno con diamantes", "La fiera de mi niña", "Lo que el viento se llevó" …
Una vez que se decide se pone cualquier vaquero, cualquier camiseta, coge su abrigo y sale rauda y veloz hacia el cine. No se prepara ni se maquilla. Está harta de hacerlo el resto de la semana para ir a trabajar "Hay que causar buena impresión al cliente" repite constantemente el Sr. López, su jefe.
A partir de aquí todo es maravilloso para Elsa: la cola en la taquilla para sacar las entradas, luego otra para comprar las palomitas y el refresco. No entiende como hay gente que pueda adquirir sus localidades por internet y prescindir de las palomitas. Eso le resta magia al ritual.
Para ella, la entrada en la sala es la entrada en un mundo de fantasía que le aleja de todo lo real y cuando se apagan las luces es como si formara parte de la película que se está proyectando. Elsa ha aprendido magia en Howgrats con Harry Potter y compañía, ha puesto a Dios por testigo de la mano de Scarlett y se hundió en las frías aguas del Polo junto con el Titanic.
Su idilio con el cine lo comenzó viajando al futuro con Michel J. Fox, bailando con Patrick Swayze y preparando cocktails con Tom Cruise. Había perdido la cuenta de las películas que había visto y su colección de entradas apenas ya le cabían en aquella caja de zapatos en la que empezó a guardarlas hace muchos años pues en aquella época incluso iba tres veces a la semana.
Pero todo tiene su fin y llega el momento que tanto teme Elsa. Los créditos empiezan a deslizarse por la pantalla y las luces iluminan la sala. Es la hora de volver al mundo real. Por suerte, la decepción dura poco pues la chica empieza a ilusionarse esperando la llegada del siguiente domingo y pensando en la próxima historia que vivirá aunque solo sea a través de un guión de cine.

6 gotitas:

Teresa Guzmán dijo...

tu amiga Elsa tiene muy buen gusto, el cine es de los mejores inventos. a mi me encanta, pero sólo voy ya (con esto de la crisis) a pelis biográficas o sacadas d eun buen libro, casi nunca voy a ver cine español (me avergÜenzo de ello) un beso muy fuerte.

Geno dijo...

A mi me gustaba ir de vez en cuando pero con estos precios que se gastan ahora, se me quitan las ganas.
Gracias por tu visita
Besos

Charlie dijo...

Yo ya os he comentado mi frustación con el cine; así que animo a Elsa a que siga disfrutando con ello. Además, no hay cosa mejor que sentarte en una confortable butaca, comer todas las porquerías que te entren por los ojos,y difrutar de una peli que probablemente al tiempo se te olvide de que la has visto y en el cine.
A mí me ocurriría si tuviera la suerte de PODER ENTRAR EN EL CINE.

Anónimo dijo...

No te preocupes, Charlie, aunque no es lo mismo, una gran tele y el sofá de casa puede hacer un efecto parecido

chema dijo...

bonito relato, geno. no hay nada como alguien que tiene una gran pasión por algo y la transmite a los demás, como es el caso de la protagonista de esta historia con el cine.

Anónimo dijo...

Me alegro que te haya gustado, Chema. Voy a ver si cuelgo otro, ahora que ya he empezado ... jjejejej