Ella (IV)

Al cabo de unos segundos que me resultaron eternos, respiró hondo y continuó…
"No fue fácil. Mi marido era muy cuidadoso y se preparaba unas coartadas muy elaboradas y difíciles de desmantelar. Pero yo soy muy persistente y quería llegar al fondo del asunto. No me iba a rendir por nada. Contraté a un detective para que le siguiera y me dijera minuto a minuto donde estaba y con quien e incluso que le hiciera fotos.
Hacía un tiempo que sospechaba que lo que mi marido me ocultaba era una aventura pero no se me ocurría quien podría ser la mujer que me lo estaba intentando arrebatar. Su secretaria era una señora mayor que llevaba a su lado casi toda la vida puesto que ya había trabajado para mi suegro. Y el resto del personal de la empresa era casi en su totalidad, masculino ¿Alguna de las socias del club de campo? ¿Quizá la esposa de alguno de sus amigos?
Entonces la investigación del detective empezó a dar sus frutos. Fechas, horas, lugares, casi todos hoteles como este, y fotos conformaban unos informes de lo más precisos, informes en los que solo aparecían nombres e imágenes de hombres… ¿Acaso mi marido me engañaba, sí, pero CON UN HOMBRE? O con varios, porque no en todas las instantáneas salían los mismos rostros."
Llegado este momento una sonrisa asomó en la comisura de sus labios e incluso me atrevería a decir que algo parecido a una pequeña carcajada salió de su garganta ¡Y que boca más preciosa! Unas ganas enormes de besarla me acuciaron pero me reconocí a mí mismo que no era el momento, así que decidí dejarla continuar.
"Todos estos meses sospechando, indagando, incluso pensando que mi marido era gay y, ahora que lo sé todo, quizá hubiera sido esto preferible ¿No le resulta irónico?"
"Llegué aquí esta mañana, hace unas horas, dispuesta a sorprender a mi marido con las manos en la masa, fuera la que fuera esa masa. Quería desenmascararlo de una vez por todas, librarme de esta angustia. Una vez supe en que habitación se encontraba me dirigí allí, con el corazón latiéndome a mil por hora pero más decidida de lo que había estado nunca en mi vida.
Lo que me encontré allí no era nada de lo que hubiera pasado por mi mente en todo este tiempo. Cuando abrí la puerta cinco pares de ojos masculinos se posaron sobre mí, sorprendidos, sobre todo los del hombre que yo iba a descubrir.
-¡Audrey! ¿Qué haces aquí?—gritó mientras su cara palidecía— será mejor que te marches