Super quedada y el misterio del príncipe

Llegamos a la estación de ALSA unos minutos antes de la hora a la que supuestamente debería llegar nuestro invitado de excepción. Raudas y veloces procedimos a colocar la alfombra roja, a acordonar a las masas que se agolpaban por doquier en espera de que el autocar proveniente de Santander arribara al andén. Entonces nos llegan noticias de que si atasco, mucho tráfico... en fin, que va a llegar tarde, porque llegar, llega tarde pero marchar, marcha primero, algo difícil de entender pero real como la vida misma. Así que para hacer más llevadera la espera nos cruzamos a tomar un cafetito con lo que, al final, casi llegamos nosotras las últimas, jajajjaja.

Presentaciones de rigor, que es lo suyo cuando te conoces pero no te conoces y a toda velocidad al restaurante donde teníamos mesa reservada. El tiempo corría y nosotros teníamos poco. Una comida estupenda regada con sidra, como debe ser: pastel de cabracho, navajas, ensalada y tabla de embutidos. Bastante asturiana ¿no?

Mientras esperábamos tan suculentos manjares, intercambio de regalos: lo que he dado en llamar "Kit del turista" (no había tiempo para pararse a comprar souvenirs, así que se lo llevamos hecho: postales, una figurina recuerdín y, como no podía ser menos viniendo de estas tres, una bufandina del Sporting), unos bombones de sidra para protagonizar un post de Wonka 70%, tebeos, marcapáginas conmemorativos, un carné de Emma, vela-horreo... en un momento en aquella mesa no quedaba un resquicio libre. Pero no todo era para él, para nosotras también hubo: un marquito con un dibujo de Emma que se hubo de sortear pero con la promesa para las "no agraciadas" de que recibirán otro en su casa y unos bombones de-li-cio-sos de los que me obligaron a llevarme la mayor parte (¡tengo un disgustoooo, que no os podéis ni imaginar, jajajajjaja!)

Aún la camarera no había terminado de ofrecernos café o postre y ya le pedíamos la cuenta. Nos quedaban quince minutos para mostrar el Puerto Deportivo y la Playa de Poniente que era lo que teníamos más cerca mientras nuestros dedos mostraban otras maravillas gijonesas en la lejanía. Tanto apuro y tanto esfuerzo que resultó ser en vano. Cuando tres minutos antes de la hora llegábamos a la estación, el ALSA ya había salido.

Momento de bajón, de búsqueda de soluciones, para acabar con la más sencilla: sacar otro billete para el siguiente. Entonces empezamos a ver el lado bueno: podríamos seguir turísteando un poco más y pasar por la playa de San Lorenzo, la auténtica, la de verdad. Eso sí, todos pendientes del reloj porque, que pase una vez, vale pero dos sería mucho.

Y de ahí, me fuí al cine. "Harry Potter y el misterio del príncipe" me esperaba. La verdad, no íbamos muy convencidas después de la pifia que habían hecho con "La orden del Fénix", un copi-pega, que si no te has leído el libro no te enteras de nada, pero parece ser que este no era tan denso y lo han podido explicar mejor, aunque no por ello dejo de estar de acuerdo con lo que cuenta Elphaba en su entrada, que lo hace tan bien que no me voy a repetir. En resumen, dos horas y pico que se nos pasaron en un suspiro y un día de lo más atareado y feliz.