Para el segundo certamen al que me presenté de Ánima Fábula el relato debía cumplir dos requisitos: el tema de "cuadros" y comenzar por la frase "Un fogonazo verde en el horizonte fue el preludio de la batalla". La cuestión se presentaba peliaguda pero después de unos días estrujando el cerebro, salió esto:
Un fogonazo verde en el
horizonte fue el preludio de la batalla. Así comienza. Siempre. La única diferencia es el color de la explosión que
varía según su estado de ánimo en el momento de ponerse delante del lienzo.
Tampoco ocurre todas las veces que lo intenta. La mayoría de ellas se pertrecha
en el rincón más iluminado de aquella habitación abarrotada de trastos, con su
bata llena de manchas, un pincel casi nuevo y una paleta llena de colores
frente a una tela en blanco que más que inspirar su mente llega a aterrarla. Y
así pasa el tiempo, horas incluso.

Pero
cuando la musa se digna a asomar su naricilla por allí se siente valiente en su
enfrentamiento al espacio vacío que parece retarla. Su cerebro entra en una
extraña conexión con su mano que comienza a manejar el pincel empapado en
pintura con una soltura que le resulta casi irreal. Poco a poco, la blancura
que antes le asustaba se va cubriendo de los más variados colores, tomando
formas muy reconocibles a veces y extrañas o deformes otras.
Esto
es lo que a ella le gustaría explicar cuando le preguntan en alguna ocasión por
el proceso de creación de sus cuadros pero las palabras no son lo suyo, ella se
expresa a través rojos, azules, verdes, anaranjados… infinidad de tonos que
transmiten a la perfección todo lo que ocurre en su interior. Pero eso, no todo
el mundo es capaz de leerlo.
Geno Mesa 04/06/2015