martes, 11 de junio de 2013

Rescatando relatos: La tentación

Luna observaba con mirada perdida el cielo que más que ver se intuía por la pequeña ventana de su celda. Siempre pasaba gran parte del día así, recordando la estupidez que le había llevado allí. Sabía que darle vueltas a la historia no iba a solucionar nada pero era como una especie de penitencia que ella misma se había impuesto para concienciarse de no caer más en la tentación.
Le echó el ojo encima nada más que aquellas dos niñas bien se habían situado junto a ella en la discoteca. Era el abrigo que todas las mañanas miraba en el escaparate de la tienda de ropa exclusiva que había junto a su lugar de trabajo ¡Con razón hacía un par de días que lo habían quitado del maniquí! Luna ni loca podía pensar en reunir algún día el dinero que costaba aquel abrigo, así que se conformaba con verlo día tras día y soñar que lo llevaba puesto. Y ahora lo tenía allí, junto a ella. La chica que lo llevaba puesto se lo quitó y lo dejó tirado en una silla junto a Luna ¡¡Cómo podía tratarlo así!! La noche fue pasando, las chicas bebiendo, hasta que Luna se dio cuenta … no podía ser posible ¿se habían ido? ¿Y habían dejado el abrigo olvidado? Pensó en llevárselo a los camareros para que lo guardaran por si la muchacha volvía a buscarlo pero … la tentación era demasiado grande. Aquella niña de papá ni siquiera se acordaría de lo que llevaba puesto ¡menuda borrachera llevaba! Además se veía que tenía dinero para comprar cuantos abrigos quisiera incluso más caros que ese. Así que, como quien no quiere la cosa, se puso el abrigo con naturalidad (¡mmmm, le quedaba como un guante!) y salió de la discoteca.
Caminaba por la calle como en una nube ¡Que prenda! Era suave, calentita y le quedaba que ni hecha a medida. Entonces decidió ir a casa dando un rodeo solo por el placer de verse en los escaparates con ese abrigo. Y ahí fue donde acabó la buena suerte y empezó lo que sería el principio de una pesadilla demasiado real, por desgracia.
La mala suerte quiso que el único policía que hacía ronda por aquellas calles se hubiera olvidado el reloj en casa (“Como no se me hacen a mi largas las noches, sin reloj encima ¡jo!”) y que, al cruzarse con Luna, le preguntara la hora. La mala suerte quiso que al sacar la mano del bolsillo para poder contestarle una bolsita (“¿Qué demonios es eso? No había notado que hubiera nada en el bolsillo”) se cayera de aquel y también la mala suerte quiso que el policía se diera cuenta de lo que la bolsita contenía: cocaína (“Pero ¿como no lo noté? Aquel colocón inmundo que llevaban no podía ser solo de bebida ¡mierda!”). La cantidad necesaria para que Luna tuviera que pasar unos meses a la sombra.
Desde aquella noche, todos los días, Luna se maldice por haberse dejado caer en la tentación y se promete a sí misma no volver a hacerlo.

Texto: Geno Mesa
Fotos. Tomadas de la red


10 gotitas:

Cloti Montes dijo...

Bueno, bueno, hasta con mensaje!!!!
ME gusta cómo escribes, Geno.
Bsssssss
Cloti

Zelgadiss dijo...

Toma ya! Pa que luego digan que lo del karma no existe.
Que digo yo, muy mal iba la muchacha pa olvidárselo. Que un abrigo es una cosa, pero la droga no está como para irla dejando olvidada en los sitios, que se ha puesto a unos precios...
;-p

Ahora hablando en serio, me ha gustado la historia.

Geno dijo...

¡Gracias, Cloti! Aún me quedan muchas cositas por poner XDDD
Claro que existe ¿no ves Earl? XDDD Pues ya ves, Zel, pa mi que tenía dinero de sobra como para permitirse el lujo de olvidar abrigo y dosis :-D Me alegro que te guste :-)

chema dijo...

me encanta, geno!! éste es un poco más transgresor de lo habitual, te manejas muy bien en todos los registros. :)

anele dijo...

Ay que angustia, quilla!!
Me ha encantado el relato, sobretodo la forma en que está escrito. Enhorabuena.

Geno dijo...

Gracias, Chema y Anele, me alegro mucho que os haya gustado :-D

momentoparapensar dijo...

Uf, qué trago para Luna... en pocas líneas, menuda historia....
Me ha encantado.
Besicos.

Geno dijo...

Gracias, momentoparapensar :-D

Mercedes dijo...

Una historia muy triste, pero bien escrita y realista,real no ya por la anecdota en sí, si no porque desgraciadamente siempre hay gente inocente que paga el pato de lo que otros, más afortunados, hacen sin arrastrar consecuencias. Y lo cuentas muy bien. Me ha gustado mucho, Geno. Un beso.

Geno dijo...

Gracias, Merchi. Besos