Todo había empezado como un juego, un juego
que poco a poco se había ido complicando. La culpa de todo la tuvo Marta el día
que la llamó, desconsolada porque sospechaba que Antonio, su novio, la engañaba
con Serena, su compañera de trabajo. Estaba desesperada y no sabía que hacer para encontrar una respuesta a sus dudas. Fue
entonces cuando se lo propuso:
-
Luci, corazón, ¿por qué no intentas
averiguar algo? Por favor – le suplicó – si no desentraño este misterio creo
que me volveré loca.
-
Pero ¿qué quieres que haga, niña?
¿Qué lo siga y le haga fotos como en las películas de detectives?
-
¡Pues que buena idea! ¿Lo harás?
Es cierto que a ella, Lucía, siempre le
había gustado mucho leer novelas de misterio, detectives y cosas así pero de
ahí a convertirse en uno de ellos… ¡Que va, que va! Marta estaba loca.
De todas maneras la idea rondó por su
cabeza todo la tarde. Estuvo a punto de comentárselo a Rodolfo, su novio pero
se lo pensó mejor y no lo hizo.
-
Buffff, cualquiera lo aguanta
después. Estaría riéndose de mí el resto de su vida ¡No, no!
Aún así apenas durmió en toda la noche. En
el fondo la aventura no le disgustaba del todo. Se imaginaba en un coche, de
alquiler por supuesto porque Antonio conocía su vehículo, con sus gafas oscuras
y armada con su nueva cámara de fotos reflex digital que aún no había tenido
ocasión de estrenar ¿Por qué no? Total, seguro que todo eran imaginaciones de
Marta y ella pasaría un rato entretenido con lo que más le gustaba: la
apasionante vida de los detectives privados.
Así que allí estaba, apostada frente a la
puerta de la tienda en la que trabajaba Antonio, en su coche alquilado de color
rojo. Cierto es que el rojo no es un color discreto pero teniendo en cuenta el
gran número de ellos que se ven por la calle, pensó que pasaría bastante
desapercibido.
Se entretuvo escuchando música y haciendo
pruebas y experimentos con su cámara hasta
el momento en que la puerta de la tienda se abrió para dar paso a
Antonio y Serena que daban por finalizada su jornada laboral. Cada uno se fue
por un lado de la calle y, aunque en un principio estuvo tentada de seguirla a
ella, optó por seguir con su plan inicial: no se perdería ni uno solo de los
pasos de la pareja de su amiga.
En un principio todo fue bastante normal.
Entró en el estanco a comprar tabaco y se sentó en un banco del paseo a fumarse
un cigarrillo antes de ir al parking a recoger su coche. Todo cambió cuando
Antonio en lugar de ir en dirección a su domicilio cogió el camino totalmente
contrario.
Lucia no se podía creer lo que estaba
viendo ¡Antonio entraba en un pequeño hotelito de las afueras! ¿Tendría razón
Marta y se la estaría pegando con otra? Por más que se fijó y estuvo atenta no
vio entrar a nadie que le pareciera sospechoso, lo cual no le aclaraba nada
pues la chica en cuestión podía haber llegado con anterioridad.
Al cabo de algo más de una hora, que a
Lucia se le hizo eterna, la puerta del hotel se abrió para dejar paso a Antonio
¡Por fin iba a saber con quien estaba! Se aseguró de estar a cubierto, apuntó
con su cámara y …¿Rodolfo? ¿Era Rodolfo el que salía detrás de Antonio? ¿Su
Rodolfo? Vale que eran muy amigos y que hacían muchas cosas juntos pero
¿ponerles los cuernos también? ¿Y quienes serían ellas? ¿Las conocerían?
Lucía tuvo que hacer grandes esfuerzos para
que su supercámara no se le cayera al suelo y poder hacer unas fotos para
enseñárselas a Marta. Sin esas pruebas gráficas, ella no le creería. Nunca supo
como había sido capaz de pensar en eso mientras veía como Antonio y Rodolfo se
despedían con un apasionado beso en la boca.
Geno Mesa
(Dibujos sacados de la red)